El término populista es parte del discurso político mundial. Constantemente lo vemos en los medios. Como tal, es un fenómeno, que aunque se ha vivido en democracias maduras o más sólidas como las europeas y la estadounidense, en América Latina es donde pareciera ya ser parte de una realidad insoslayable. ¿Se puede pensar la política latinoamericana sin el populismo? ¿O es que siempre ha estado como una sombra? Con frecuencia las fuerzas políticas de derecha suelen utilizar la palabra “populismo” para atacar y desmerecer las iniciativas de cambio propuestas por los partidos y grupos de izquierda. Sin embargo hay diversas definiciones del mismo que incluyen otros elementos y no pertenece a ninguna ideología. El populismo es simplemente populismo, con sus obvias tendencias. Para Margaret Canovan, esta expresión se trata de un conjunto de Ideas antisistema que rechazan tanto a las autoridades establecidas como a los valores de élite. Para el politólogo neerlandés Cas Mudde, es una ideología que considera que la sociedad está finalmente separada en dos grupos homogéneos y antagónicos, ‘la gente pura’ versus la ‘gente corrupta’, en la cual se sostiene que la política debe ser una expresión de la voluntad general del pueblo.

Según la enciclopedia política de Rodrigo Borja, el populismo es una estrategia desconcertada con el objetivo de la movilización de masas que responden a una necesidad imperiosa de respuesta. Como ejemplo podemos citar la desigualdad social de Nicaragua o la de Venezuela de los 90 lejana a los réditos petroleros, o  la el problema de la seguridad en El Salvador, realidades palpables sobre las cuales se han montado ideas y proyectos políticos que luego analizaremos.

Otro elemento importante del populismo es imputar a alguien más el problema existente, de forma habirl y recurrente. “A los mismos de siempre” suele decir el presidente Nayib Bukele de El Salvador, “A los oligarcas burgueses imperialistas”, mencionaba el Comandante Hugo Chávez en Venezuela.

El argentino Juan Santiago Ylarri propone que los rasgos más frecuentes en los movimientos populistas son: rechazo a los profesionales de la política; desconfianza en las instituciones públicas existentes; diálogo directo entre la dirección del movimiento y la base social; fuerte voluntad de movilización y participación; retórica nacionalista; liderazgo caudillista. El hombre celestial que resolverá de una vez y para siempre los problemas que aquejan al pueblo. Y sobre todo, un vacío reivindicatorio reclamado por las masas que difícilmente se llegará a resolver por completo.

Latinoamérica se ha caracterizado por la presencia de gobiernos populistas desde principio del siglo XX. Para el año 2009 más de la mitad de los países de la region eran gobernados por gobiernos populistas de izquierda, tras casi 20 años, de predominio  de gobiernos de derecha, algunos populistas. Como veremos más adelante, desde Fujimori en Perú hasta Hugo Chávez en Venezuela, muchos prometieron demoler el establishment político y cambiar la vida de los oprimidos y los pobres.

Las razones predominantes del surgimiento del populismo son:

  • Fracaso de las politicas económicas importadas del extranjero. Aunque estas se vendieron como factor de cambio, culminaron desembocando en la profundización de las desigualdades, el descenso del nivel de vida y el estancamiento económico. En Argentina, Carlos Menem aplico las reformas estructurales con el apoyo de instituciones financieras internacionales y el U.S Treasure que junto a la corrupción desmedida, fueron la antesala del descalabro económico de los años subsiguientes.

Sobre esto, Arnson (2007) escribió lo siguiente:

El ‘ascenso de la izquierda’ parecería deberse en gran medida a problemas fundamentales derivados de la calidad de la democracia tal como la experimenta el ciudadano promedio: la persistencia de la pobreza y la desigualdad; el crecimiento del sector informal (con la consiguiente disminución de los sindicatos); el desencanto con las instituciones de gobernanza democrática, especialmente los partidos políticos; la dificultad de establecer mecanismos adecuados de participación, representación y rendición de cuentas; y las alteraciones relacionadas con los efectos internos y las implicaciones en la política exterior de la globalización. (p. 6)

El poco crecimiento económico no generó los beneficios esperados a las clases mas necesitadas y la riqueza terminó concentrándose en las élites económicas tradicionales, lo que provocó una demanda generalizada de un nuevo sistema en otros contextos y bajo nuevos liderazgos.

Karen L. Remmer menciona una explicacion alterna al resurgimiento del populismo a partir del ano 2000:

  • Rendimiento económico positivo. La mejora económica aumenta el apoyo a opciones políticas más izquierdistas al aumentar la disposición de los ciudadanos a pagar por más gobierno y al crear espacio para el optimismo de que los problemas sociales pendientes pueden ser abordados por el sector público sin el riesgo de inflación u otras consecuencias económicas potencialmente negativas. Pero lo que es aún más importante, una economía en expansión crea oportunidades para que los líderes políticos ofrezcan a los votantes programas de reducción de la pobreza, mayor equidad social, nacionalismo económico y mayor gasto público y mejora la credibilidad de esos compromisos.
  • Satisfacción con la democracia: La probabilidad de abandonar la votación aumenta del 20.2% al 46.6% a medida que la satisfacción democrática aumenta desde su nivel más bajo, con todas las demás variables establecidas en su media.
  • Sentimientos Anti-Estados Unidos: En 2005 y 2006, la probabilidad de votar a favor de la izquierda aumentó, respectivamente, del 11.6% al 63.3% y del 9.8% al 75.1%, a medida que las evaluaciones negativas de Estados Unidos pasaron de ser bajas a altas.
  • Los factores específicos de cada país tienen una gran importancia para explicar el aumento del apoyo a líderes populistas de izquierda. La orientación ideológica desempeña un papel más fiable en la explicación de las intenciones de voto de izquierda en países como Chile, Uruguay, Nicaragua y El Salvador que en Argentina.

Como ya se mencionó, el populismo puede ser de derecha o de izquierda. Sin embargo, durante los últimos 20 años hemos visto los casos de la resurrección del populismo bajo gobiernos de izquierda, como Hugo Chávez, Evo Morales de Bolivia o Rafael Correa en Ecuador. Mitchel Selligson presenta datos que evidencian las preferencias de los latinos por gobiernos de este tipo, en vez de las democracias liberales. Para su investigación, él utilizó las cifras que arrojan las encuestas realizadas por America Barometer:

  • Desconfianza  por parte de la población en toda la región en las instituciones claves para la democracia liberal como el sistema judicial, legislativo y partidos políticos.
  • Un porcentaje menor, 15.2% de los que respondieron, aceptaría una amplia variedad de medidas para fortalecer la presidencia a expensas de la institucionalidad.
  • La mayoría, 75% de los que respondieron, aceptaría por lo menos una medida que redujera la autonomía del sistema judicial, legislatura y partidos políticos.
  • Los que se consideran de izquierda tienen menos probabilidad a creer que la democracia es el mejor sistema de gobierno.
  • 44% region wide agreed that there can be democracy without political parties.
  • Los que se consideran de izquierda tienen más probabilidad de apoyar a líderes autoritarios que debilitan las instituciones del Estado.
  • Los jóvenes, los menos educados y los pobres, son el segmento de la población que apoya medidas que deterioran la democracia.

Dicho lo anterior, mi argumento es que el populismo en los últimos cien años nunca se ha ido, y se mantendrá latente mientras la desigualdad continúe incrementándose, así como los efectos de la globalización y las políticas neoliberales sigan golpeando las clases menos favorecidas. De hecho, el populismo de izquierda es una expresión de la población que tiene más probabilidad de ganar adeptos, la que incluso dispensarían o hasta aprobarían las medidas autoritarias que pudieran surgir, mientras pueda generar resultados palpables en su nivel de vida, aunque se sacrifique la institucionalidad. Latino América es un ejemplo de lo que el profesor Tom Pepinsky escribió en Febrero del 2017: “Así como las democracias pueden ser gobernadas por líderes autoritarios, quienes de verdad creen en la democracia también pueden establecer las bases del autoritarismo”. Las decisiones que parecen atajos hacia la democracia —como destituir jueces o atacar a los medios de comunicación que critican al gobierno— a largo plazo pueden tener el efecto contrario.

Un ejemplo reciente de gobierno populista es El Salvador. El presidente Nayib Bukele perteneció alguna vez al izquierdista FMLN, pero se separó de este acusado de divisionismo. ¿Él se separó de ellos, acusándolos de divisionismo, o ellos lo separaron, acusándolo de divisionismo? Logró construir su liderazgo en base a su capacidad de gestión después de sus años como alcalde de un pequeño municipio y posteriormente de la capital, todavía con el partido de la exguerrilla. En 2019, ganó la presidencia postulándose por un partido conservador. Marca diferencia con el chavismo, porque no es un militar, es un “millenial” que inició su periodo de gobierno a los 37 años y rehúsa a catalogarse en una definición ideológica. Su vicepresidente, Walter Araujo expresó El País el 26 de octubre de 2021, en tono de celebración, que el problema de los intelectuales (opositores) a Bukele es que no lo pueden etiquetar como de izquierda o derecha, con lo cual el mandatario se anota puntos a su favor, porque marca la distancia oportuna con los extremos políticos que gobernaron El Salvador y que no lograron solucionar ningún problema de fondo tras el fin de la guerra. Su propuesta de rompimiento con el pasado, al que culpa de los males de su país, es un elemento en común que mantiene con el chavismo.

Para destacar la lucha contra la corrupción como uno de sus máximos estandarte, Bukele popularizó en su campaña el lema «El dinero alcanza cuando nadie roba». De esta forma, rompió tres décadas de alternancia de los ex guerrilleros del FMLN y la derechista Alianza Republicana Nacionalista (Arena).

En febrero de 2020, antes de cumplir su primer año de gobierno, fue noticia con un acontecimiento que pudo evocar los recuerdos más obscuros de El Salvador, cuando llegó rodeado de militares al Congreso para solicitar que le aprobaran un préstamo millonario. En la actualidad, ha mantenido el régimen de excepción en el país por más de un mes, con la justificación de controlar a las pandillas. Hasta finales de abril organismos de derechos humanos contaban casi 200 arrestos arbitrarios y según algunos videos oficiales, el operativo de seguridad se asemejaba más a una guerra santa entre el bien y el mal.

Se habla de un resurgimiento del populismo en Latinoamérica, pero ¿cuál es su origen? ¿Quiénes fueron sus primeros exponentes? ¿Cómo ha variado en el tiempo? No debemos olvidar que en nuestra historia, hay países que poco han conocido períodos de estabilidad política o sistemas de gobierno armoniosos y equilibrados, y cuando ha pasado, han sido poco exitosos o no han llenado las expectativas deseadas. 

En nuestra historia siempre ha estado presente el líder fuerte que resuelve todos los problemas. Desde el tiempo de la civilización azteca o inca donde la figura de los emperadores era irrefutable pasando por el conquistador español y portugués en donde lo que cambió fue el color de la piel del nuevo rey bendecido por la religión católica. La figura del caudillo se acrecentó en las “nuevas repúblicas” tras la independencia, cuando la burguesía criolla tomó el control y se tornó en el bipartidismo que en muchos casos dio paso a guerras civiles y figuras militares.

De esta forma surgió el Populismo Clásico, que empezó en la década de los 30 del siglo XX, en una etapa de nacimiento de instituciones endebles, tras el fin de cruentos períodos bélicos acompañados muchas veces de intervenciones extranjeras de EE.UU. Fueron los tiempos en los que brilló una galería nutrida de caudillos, la mayoría de ellos autocráticos jefes supremos y generales de cinco estrellas que no dudaron en aplastar las disidencias de sus países con botas de hierro con el objetivo de ejecutar sus proyectos de nación disfrazados de progreso, pero rebalsados de planteamientos emocionales y narcisistas sin mayor base o criterio. Entre ellos se puede mencionar a Juan Domingo Perón, «El Conductor de Argentina» quien reformó el marco legal de su país, pero cada reforma se hizo pensando en construir su figura y base social que hasta hoy en día sobrevive. No hay que olvidar que el actual kirchnerismo se considera heredero del peronismo. Getúlio Vargas, fundador del Estado Novo en Brasil que es considerado un precursor de la dictadura militar de ese país y del golpe de Estado de 1964 y quien homologó la dictadura de António de Oliveira Salazar de Portugal. Lazaro Cárdenas, en México, una expresión muy original del populismo latinoamericano. Llegó a ser general a los 25 años y era respetuoso de la no reelección igual que sus predecesores. Bajo su único mandato, relanzó la política de tierras, basándose en los postulados de la revolución, amplió la legislación laboral y favoreció los incrementos salariales. Nacionalizó los ferrocarriles y el petróleo mexicano, lo que dio paso a la empresa estatal Pemex, que hasta hoy se encarga de este rubro. Pese a eso se le señala como uno de los precursores de la llamada dictadura perfecta, en la cual lo que sería el Partido de la Revolución Institucional (PRI) se mantendría en el poder por más de 60 años, con la subordinación de todos los poderes del Estado a la figura presidencial.

Los modelos militares anteriores a los años 70, desembocaron en una nueva generación de mandatarios civiles, que podríamos llamar Neopopulismo. La mayoría de derecha, se gestaron durante la crisis económica de los 80 y vieron la luz a partir de los 90, caracterizados por la fuerte influencia del modelo de los grandes organismos multilaterales que condicionaron sus ayudas a una serie de medidas que terminaron acrecentando las brechas sociales. Sin embargo, frente a ellos, el sistema democrático funcionó, pues fueron desalojados por la presión de sus mismos ciudadanos, producto de su gestión sin resultados palpables  y por vías electorales, sin necesidad de intervenciones castrenses como en las décadas pasadas.

 Carlos Menen de Argentina quien conectaba con sus compatriotas porque cumplía con lo que la mayoría de argentinos solo soñaban, al mismo tiempo transgredía la ley en un ambiente de corrupción generalizada. La década que permaneció en el poder, desde 1989 hasta 1999 puede definir los alcances de su capacidad de maniobra.  

Alberto Fujimori en Perú, autor de un autogolpe que eliminó el Congreso y todos los contrapoderes, tuvo un control absoluto sobre las fuerzas de seguridad al mejor estilo de un militar autoritario, en una época en que el terrorismo hizo mella en su país, lo que también le generó acusaciones fundamentadas de violaciones a los Derecho Humanos.

Fernando Collor de Mello en Brasil, llegó al poder tras enarbolar las banderas del llamado “Consenso de Washington” que promulgaban la disminución del gasto público y abrir la privatización de la mayoría de empresas estatales. Pero más aún, agitando el fantasma del antiizquierdismo, frente a su rival Luiz Inácio Lula da Silva. Sin embargo fue acusado de corrupción y tráfico de influencias por lo que renunció a finales de 1992, en medio de un proceso de destitución.

 Conclusión

No solo un elemento por si solo puede explicar el resurgimiento de líderes populistas en Latinoamérica. Una realidad sostenible y constante es que ha sido el continente de las desigualdades y en donde ha predominado la arbitrariedad, bajo un imperio de la ley demasiado endeble. A esto habría que sumarle recetas económicas como las privatizaciones masivas, importadas de las grandes potencias, sobre todo EEUU, que más bien han exacerbado el sentimiento antisistema y para remate han terminado incrementando la migración hacia el norte.

Mientras los índices de desigualdad y la inseguridad ciudadana se mantengan altos, haya bajos niveles de educación, y se almacene la alta desconfianza en las instituciones del estado, siempre va a estar presente la alta probabilidad de un emprendedor político fuera del establishment que aproveche la oportunidad para abrir proyectos como los casos analizados.

Solo me queda la pregunta de si la siguiente fase el populismo en Latinoamérica se radicalizará aún más eliminando los procesos electorales que les permitieron llegar al poder y convertirse en un sistema de partido único como en China y Cuba.

Bibliografía

  1. Borja, Rodrigo. Enciclopedia de la Política. https://www.enciclopediadelapolitica.org/populismo/
  2. Roberts, Kenneth M., Levitsky, Steven, The Resurgence of the Latin American Left
  3. Karen L. Remmer, The Rise of the Leftist-Populist Governance in Latin America: The roots of Electoral Change.
  4. Mitchell A. Seligon, The Democracy Barameters (Part I): The Rise of Populism and the Left in Latin America
  5. S. Erden Aytac and Ziya Onis, Varietis of Populism in a Changing Global Context. The Divergent Paths of Erdogan and Kichnerismo
  6. Ylarri, Juan Santiago, Doctorado, Universidad de Buenos Aires. “Populismo, crisis de representación y democracia”.  Foro, Nueva época, vol. 18, núm. 1 (2015): 179-199. Buenos Aires, Argentina.
  7. Atlás histórico de América Latina y el Caribe. http://atlaslatinoamericano.unla.edu.ar/
  8. Enciclopedia latinoamericana. http://latinoamericana.wiki.br/es
  9. Noticias varias sobre El Salvador y Venezuela: Elpais.com, bbcmundo.com, elfaro.net, reuters.com, nytimes.com.

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