A veces hay que morder el leño para apreciar lo que uno tiene. Las deudas que tuve en mi juventud me enseñaron a ser precavido con las deudas. Lo importante es aprender de las experiencias malas en la vida para que no vuelvan a pasar. Por ejemplo, si te haces un chequeo médico y sales con el azúcar en 500, esa es una señal de que hay que cambiar hábitos. El otro día, mi hija salió mal en un examen y el colegio me mandó la nota. Le pregunté: «Sara, ¿qué pasó con esta nota?» Y me respondió de inmediato: «No te preocupes papá, ya estoy estudiando para subirla y te aseguro que me saco una A». La maje me desarmó totalmente. Esa es la respuesta que esperaba, porque eso significa que reflexionó sobre su mala nota. El problema es que los viejos somos testarudos y no nos gusta cambiar, pero siempre se puede hacerlo de a poco.

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